Si le preguntaras a cualquiera, seguro
que situaría entre las 10 normas básicas del ligue, una tan antigua
como imprescindible: no desesperes. Y no es porque sea una fórmula
mágica, sino porque a más intentos, más probabilidades tendrás de
que la presa se despiste. Porque el cervatillo herido es una presa
indefensa, pero no por ello deja de huir. Así que ya sabes, mientras
queden opciones, sigue intentándolo. Que haya o no opciones es algo
que debes valorar tú. Esa es la parte fácil, siempre y cuando no te
hayas bebido hasta el agua de los jarrones.
Ahora, aun no has tenido posibilidad de
atacar en toda la noche. O te has atrevido ya y la cosa ha fallado.
Pues recuerda la norma: no desesperes. Te queda la mejor baza de
todas: la despedida. Para esta estrategia debes estar desesperado. Y
para llevar a cabo esta estrategia suicida te será de gran ayuda,
aunque no imprescindible, disponer de coche. Porque si ves que la
noche está ya tan avanzada que la chica ya no se sostiene, tienes la
mitad del trabajo hecho. La otra mitad depende de que tú si te
sostengas. Es el momento de ofrecerte, descuidadamente, a llevarla a
casa. Busca una excusa para irte tú. Y asegurate de que ella se
entere de que te vas. Es especialmente importante que analices bien
en este momento si tienes oportunidades. Si responde con desdén a tu
tentativa de huida, es el momento de irte a dormir. Y remarco, a
dormir. Y remarco de nuevo: sólo. No quiere. No te preocupes, es lesbiana seguro.
Pero si te dice: ¿Ya te vas? O en su
defecto: ¡No te vayas aun, es muy pronto! O la mejor posible: ¡Venga
la última! Cualquier interjección, risa o gruñido (tú sabrás
cual es tu presa, yo en eso no me meto) que pueda dejar entrever que
no quiere que te vayas, es tú momento. Busca cualquier razón
desinteresada para tener que irte YA. Y con menos expresividad que
ingenio tiene un futbolista, ofrécele llevarla a casa. Y ahora,
piensa con cabeza. Con la de arriba, por favor. El cervatillo no es
tonto. Podrá tener más o menos luces, pero toda presa es experta en
localizar a su depredador. Si acepta tu propuesta, sabe lo que
quieres. Así que controla la situación, subiros al coche y,
sobretodo: evita que se duerma. Es el momento de darle conversación.
Recuerda lo que decíamos en la primera entrada: no te pongas
nervioso, no te pongas cachondo y no hables de tu equipo pokemon. Es
el momento de hablar de ella, y a poder ser de algo que facilite lo
que vas a hacer después. Sí señor, lo has entendido: habla de lo
borracha que está. Que se de cuenta, búscale las cosquillas hasta
que diga cualquier cosa que se parezca a “llevo un par de copas de
más”. Saca tu diccionario genio. ¡Eso es una puerta abierta!
La mantienes despierta. Llegas a su
casa. Te paras en la puerta. Y ahora tira de cliché. Toda chica ha
visto una película mala americana. Seguro que lo está pensando. Así
que aprovecha que está avisada pero atontada por tu mejor aliado, el
alcohol. Sácale una conversación que suene a despedida. Preguntale
qué tal la noche. Bromea con el favorazo que le has hecho trayéndola
a casa. Ve acercándote durante la conversación. Y ahora no es
momento de gentilezas: ¡Ataca! Nada de 90-10 como dicen en las
películas. Haz tú toda la distancia. Siempre será mejor una
bofetada que una cobra. Y luego ya, que te quiten lo bailao.
Siempre te queda un plan B si no tienes
coche. En lugar de llevarla, acompáñala. Se descarado. Acción
reacción: “Me voy a casa” – “Te acompaño”. “Cojo este
metro” – “Te acompaño”. “Me voy a la cama” – “Te
acompaño”. Estais solos. Si te llevas la bofetada, niega que haya
ocurrido. Y sobretodo, no menciones al Buitre Beodo.
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