Buitre beodo, estás cansado de volar y que esos "putos conejos" sean lo suficientemente rápidos para no cazarlos, así, esta Comisión te invita a posarte en una rama y descansar. Porque no todo es perseguir, sino también comprender. Te has dado muchas veces de hostias en esta cacería incesante del cervatillo herido, pero no deseperes, pues ese cervatillo en algunas ocasiones no era un cervatillo. De entre nuestro afamado 'Bestiario' recogemos una nueva presa para tí, una hasta ahora desconocida: El tiburón.
Desde la Comisión del Buitre Beodo nos hicimos las siguientes preguntas:
- ¿Qué es más bonito, objetivamente, un delfín o un tiburón?
- Un delfín.
- Pero, ¿preferirías nadar entre delfines o entre tiburones?
En efecto joven buitre, lo sabes y no lo escondes, estás más salido que las lorzas de Falete y sabes que es mucho más excitante nadar entre tiburones que entre delfines. Porque te gusta el peligro, la posibilidad de caer y no haber caído, de que te muerdan y comerte sus aletas. Esta nueva presa, peligrosa pero perseguida, es uno de los grandes retos que el buitre beodo debe asumir constantemente.
Este tiburón es aquella chica con un punto muy duro, en contraposición a esa pijotera y cantarina delfín, el lado oscuro de la luna. Hablamos de un ser que te reta a beber cerveza, a saltarse una valla, que fuma riesgo, o que busca cualquier actividad nada moral, y que a tí te pone. Porque no escucha a los 'Melocos', escucha 'Platero y tú', porque no le gusta el cine, le gustan los billares, porque no apaga la luz, la enciende. Creo que ya sabes de que hablo. De esa chica que a la mañana siguiente se ha ido ella, y no tú. Pero, como hemos dicho, te has dado muchas veces de hostias, porque saliste a nadar entre tiburones y te olvidaste la jaula. Mientras, tú, más beodo que nunca, sólo pensabas en meterte en su boca, no avistaste las 7 largas filas con 90 dientes en cada una que tenía. Y te mordió. Te convertiste en el cazador cazado y la cagaste. Se trataba de ver quien era el más duro en este juego de dos y cambiaste tus fichas por sentimientos, y ella ganó. Te faltó la jaula y ahí está el secreto.
Por eso, joven buitre, no debes caer nunca en la trampa. Hay que darlas carnaza, que huelan la sangre que las atraiga y las hagan dar vueltas alrededor. Disfruta ese momento. Saca el brazo, la pierna, y pícalas. Quieren hincarte el diente y tu hacerte una sopa, pero si sales de la jaula, estás muerto.
El tiburón se convierte en una presa muy difícil de cazar, pero hay que cazarla. Nuestro estado etílico no puede hacernos flojear en nuestros intentos, ni tampoco entre sus piernas. Así que enfunda tus plumas, alza el vuelo y lánzate a la caza del tiburón blanco, del placer-riesgo y, sobre todo, no olvides tu jaula.
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