martes, 16 de abril de 2013

YA HA LLEGADO EL BARCO

La historia de la analogía del barco es casi tan antigua como la propia navegación fluvial. Desde el Buitre Beodo no recordamos, ni queremos recordar; de dónde viene esta antigua metáfora.

Todo hombre (heterosexual) se habrá dado cuenta, en mayor o menos medida, que encuentra más chicas apretables en temporadas de calor que en temporadas de frío.

Las explicaciones a tan extraño suceso son numerosas y dispares. "Es que la primavera, la sangre altera". Y tú eres tonto macho, o al menos ciego. "Es que se ponen morenitas y..." y tú eres ciego o estúpido, porque las chicas lechosas también te gustan. "Es que se acerca el verano y suben las ganas de desmadrar", pues también te equivocas. "Es la ropa! Llevan menos, y así es más difícil resistirse" esa idea ya me ha gustado más. Pero, de verdad estamos tan ciegos en invierno que no reconocemos a las calientes si van con un puto jersey?

Desde el Buitre Beodo siempre hemos querido pensar que sabemos reconocer a las cachondas también en invierno. Por eso hemos tenido siempre nuestra propia teoría: el primer día de frío, con el primer soplo de aire que te hiela los huesos, viene un barco y se las lleva a todas. Se las lleva lejos, donde no puedes verlas y no aparecen más por clase, ni el trabajo, ni el parque.

Y debe ser la única explicación a que, de pronto, de la noche a la mañana, esa chica insulsa de la biblio coja un "no se qué" y un "qué se yo" que "yo que sé". A que salgan de cualquier recodo un par de tetas de quitarte el hipo en cuanto te subes al bus. A que a todas las chicas del tren les crezcan unas piernas talla modelo de lencería. A que te des una vuelta por tu ciudad y vuelvas a casa con el nabo más duro que el cerrojo de un penal. Debe ser la única explicación para que a todas les queden tan bien, de pronto, los pantaloncitos cortos, las minifaldas, los leggins y los vestiditos de verano.

Tiene que ser eso! O también puede ser que todos tengáis razón, y sea una mezcla de hormonas, color caramelo y enseñar un 50% más de carne magra. Tampoco voy a ponerme yo a discutir de vuestras tesis, que ya viene el bus y no puedo estar atento a dos cosas a la vez. Eh eh, esa está muy rica!!

jueves, 4 de abril de 2013

Chicos malos


No queremos caer en topicazos, porque nunca lo hacemos. Y más cuando ya os hemos dicho alguna vez que nosotros no pertenecemos a la liga de los tipos duros ni tampoco queremos hacerlo.

Lo que hoy queremos hablar es de fobias y filias sexuales. Ya sabéis, esa especie de fantasías obsesivas (filias) y miedos irracionales (fobias) que todo el mundo tiene en su vida sexual. Y es que en este mundillo todo vale, y cada uno tiene sus propias preferencias.

Las fobias son de cada uno o una. Y hay que respetarlas, te parezcan a ti más o menos razonables. Porque igual te sientes ofendidísimo porque esa chorba no te deja darle con todo lo gordo por detrás, pero igual a ella le apetece mearte encima después de follar; y como que no. Con las fobias no se puede dar mucho consejo. Quizás puedas llegar a algún tipo de acuerdo con tu novia, pero no te recomendamos que lo intentes con una chica de una noche.

Las filias en cambio, son tan divertidas y fructíferas que te convendría conocer las de todas tus chicas en tu lista de frungibles. Porque si a ella le gustan los tíos con barba, tú te presentas a la cita como Robinson Crusoe. Si a ella le gustan los intelectuales, tú con gafas en vez de lentillas.

Pero no todo va a ser atajos para pillar. Cuando ya estás en la línea de gol (cuando ya sabes que vas a anotar) puede que ella te proponga algún juego, sucio y lascivo. Y excepto que se cuente entre tus fobias, tú debes aceptarlo sin dudar, porque te aseguro que luego te lo van a recompensar con creces. Y lo mejor es ponerte un ejemplo:

Esto le pasó a uno de nuestros colaboradores hará algo más de año y pico. Madrid, un jueves de puente, sale por la zona de Moncloa para apoyar a un amigo con una frungible. Esta chica se trae a una amiga, que, además de estar razonablemente follable, viene cachondísima y con intenciones muy claras. Las cosas se ponen interesantes, pero esperan hasta el día siguiente para anotar.

Viernes noche, en el Madrid universitario. Los dos saben a lo que van así que no tardan en ponerse al lío. Al poco rato los dos salen del tugurio con nombre de científico renacentista para tener mayor intimidad y, ya con cierta privacidad, ella empieza su película:

"Dime que es un rollo de una sola noche" dice ella. Nuestro amigo encantado: le ha tocado la lotería. Solo quiere mandanga, ni llamaditas cariñosas ni conciertos de Pablo Alborán. Esta solo quiere polla. La cosa se calienta, y se empieza a poner raro. Ya con el asunto entre (sus) manos, dice ella: "pídeme lo que quieras". Nuestro amigo, en plena incredulidad inocente, no sabe que decir, pero ella lo soluciona rápido: "pídeme que me la coma".

Él obedece (qué habrías hecho tú?), pero a ella no le parece bien. "Así no, como un chico malo. Como con desprecio". Ahí es nada! Nuestro amigo, que para ciertas cosas es más blandito que el día del padre, lo hace lo mejor que puede. Y luego ella traspasa la línea de lo humanamente razonable y suelta, así, en frío (o semi frío, ya me entiendes): "Haz que me ahogue, aunque te parezca que no quiero". Lo que sobrepasó los límites de nuestro amigo, claramente asustado.

Así que allí estaba nuestro amigo, en mitad de ninguna parte; con su mango en la garganta de una paleta que trataba de limpiarse el esternón con ella. Qué iba a hacer si no!